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INTRODUCCION
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fue fundada sobre el territorio que pertenecía a la Audiencia de
Charcas. Hasta 1776, Charcas formó parte del Virreinato del Perú,
antes de ser anexada al Virreinato de Buenos Aires. Sus expresiones culturales
y artísticas están ligadas a las regiones andinas; a fines
del siglo XVIII, Charcas se transformó en un centro intelectual
muy importante para las regiones meridionales, en razón particularmente
de la existencia de la Universidad San Francisco Xavier en la ciudad de
La Plata (hoy día Sucre).
Del
siglo XVI al XVIII, Charcas, al igual que los otros Virreinatos, recibió
todo tipo de influencias artísticas, reflejando las tendencias del
Occidente, en particular los estilos manierista, barroco y neoclásico.
El
manierismo apareció alrededor de 1590, con la llegada de varios
pintores italianos impregnados de las ideas de Zuccari, del arte de Vasari
y de la influencia tardía de Miguel Angel. Anteriormente, el manierismo
estaba presente por intermedio de grabados flamencos e hispano - flamencos:
pequeñas obras de arte, fácilmente transportables, introducidas
por los primeros conquistadores y que todavía se pueden encontrar
en nuestros museos. De acuerdo a nuestros conocimientos actuales, ninguna
influencia indígena puede ser detectada en las pinturas de este
primer periodo. Sin embargo, a fines del siglo XVI, Guamán Poma
y otros españoles arcaizantes como Diego de Ocaña, establecieron
un estilo caracterizado por cierto planismo e ingen uidad, que se
mantendría durante todo el periodo del Virreinato.
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EL
MANIERISMO
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El
manierismo es una de las tendencias artísticas más importantes
de América Latina. Podríamos decir que el Renacimiento no
llegó a este continente. La pintura del Virreinato recibió
la influencia directa de Zuccari y de Vasari, y la arquitectura, la de
Sebastian Serlio. En lo que concierne a la pintura, esta influencia fue
introducida por el jesuita Bemardo Bitti(1575), Mateo Pérez de Alesio
(15is)y Angelino Medoro(1600). Unicamente Bernardo Bitti vivió en
Charcas, trabajó en las misiones jesuitas del lago Titicaca, especialmente
en Juli. Vivió en La Paz, Potosí y Chuquisaca y envió
sus obras a Santa Cruz de la Sierra. Medoro y Alesio ejercieron su influencia
a través de sus obras y de sus discípulos.
Bitti
es el pintor más importante de América del Sur en el siglo
XVI y a principios del XVII. Tenia 28 años cuando llegó a
América y murió en Lima (Perú) en 1610. Sus obras
muestran personajes idealizados, cuidadosamente estructurados, cuyas actitudes
y costumbres nos recuerdan a Miguel Angel. los rostros, en particular los
de la Virgen, son tan dulces como los de Rafael su colorido es contrapuesto
y no es extraño encontrar sombras verdes sobre paños ocres.
Prefiere los colores verde y azul. su sentido de las proporciones, como
en el caso del Permegianino y del Greco, muestra un arte refinado. Bitti
trabajó la mayor parte del tiempo en pueblos indígenas y
en centros urbanos que reagrupaban a extensas poblaciones igualmente indígenas,
como ser Cuzco y Potosí. Este es el motivo por el cual su pintura
ejerció una gran influencia en el arte popular de estos territorios.
Sus obras luminosas gustaban a los indígenas, quienes también
preferían los personajes idealizados y los rostros estereotipados.
Las escuelas de arte indígena más importantes, las de Cuzco
y del Collao, mostraron cierta reticencia hacia el realismo y el claroscuro,
lo cual se puede en parte explicar tanto por la influencia de Bitti, como
por las tradiciones incaica y tiahuanacota, en las que el arte era estilizado
y carecía de realismo.
Uno
de los seguidores más cercanos de Bitti es Gregorio Gamarra, activo
entre 1600 y 1630. Trabajó la mayor parte del tiempo para los franciscanos
y sus obras se conservan en La Paz, Cuzco y Potosí. Gamarra es un
pintor manierista de la generación de Padilla y Montúfar.
Estos maestros se caracterizan por la precisión de su dibujo y sus
colores secos. Gamarra es el más sobresaliente de ellos y en sus
últimas obras, entre ellas La Epifanía (Museo de La Paz),
se puede percibir la influencia de grabados flamencos y del claroscuro.
Se debe mencionar en particular a la Virgen con la cabeza inclinada, típica
de las obras de Bitti, el costurero en primer plano y, a un costado de
la firma, la cabeza del perro que, por más paradójico que
parezca, es sin duda alguna un autorretrato. La Virgen de Guadalupe, del
Monasterio franciscano de La Paz, datada de 1609, su iconografía
al Jerónimo Diego de Ocaña, a quien se le atribuye la introducción
de este culto a Charcas.
Los
artistas, desde Bitti hasta Ocaña, eran trashumantes y es así
que se los veía tanto en Lima como en Cuzco o en Potosí.
Pintores, escultores y arquitectos atravesaron las tierras altas de norte
a sur, realizando diferentes obras. Estos continuos vaivenes contribuían
a la unificación de los conceptos artísticos en todo el Virreinato.
Es igualmente en esta época que fueron establecidos los principios
de las diferentes escuelas artísticas y que los artistas indígenas
aprendieron su arte de los europeos. La influencia de Bitti sobre Cusi
Guamán es evidente. El indígena Pedro de Loayza trabajaba
en el taller de Medoro y el escultor Tito Yupanqui se trasladó a
Potosí para tomar lecciones con el español Diego de Ortiz.
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EL
BARROCO
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El
manierismo domina los Andes desde 1580 hasta la primera mitad del siglo
XVII. Pinturas fechadas de 1660 aún están marcadas por este
estilo, que se enfrenta a una decadencia lenta y larga. Podemos, sin embargo,
considerar que el barroco aparece en la Audiencia de Charcas entre 1630
y 1640. Este cambio es motivado por el ingreso de obras de Zurbarán,
que llegan a Lima y a Bolivia sobrepasando la centena. Zurbarán
es el pintor que más influye en América. Sus obras se encuentran
en Chuquisaca y en las iglesias de las tierras altas. Su influencia es
esencial en la escuela de Potosí, que se transformará más
tarde en un centro artístico importante, muy ligado al gusto español.
En esta época, Potosí era la ciudad más grande de
América. Su población alcanzaba los 160 000 habitantes, tratándose
de españoles en una gran proporción. La población
indígena estaba compuesta esencialmente por mitayos, distribuidos
en 14 parroquias de acuerdo a su origen.
Las
estampas flamencas, especialmente las de Collaert, los hermanos Wierix
y Rafael Sadeler, se propagaron profusamente a partir de 1600. Las órdenes
religiosas confiaron a los artistas locales la reproducción de series
de grabados. Es por este medía que las obras de Rubens se harían
célebres en América. También llegaron al continente
obras de artistas menos importantes como Martín de Vos y Forchaudt.
Este último era un respetado vendedor de arte que vivía en
Amberes y cuyas únicas obras firmadas se conservan en Sucre, Juli
y La Paz.
Si
bien está claro que la influencia española es fundamental
en Potosí, no sucede lo mismo en el Collao, en donde las composiciones
flamencas constituyeron la fuente principal de inspiración. Lo vemos
en la obra de Leonardo Flores, el pintor más importante de esta
región.
Con
el barroco desaparece la unidad artística que existía en
el Virreinato en la época de Manierismo y comienzan a surgir escuelas
locales de pintura. En Charcas existen dos: Potosí, que abarca igualmente
Chuquisaca y el Collao, que cubre La Paz y los pueblos de las alturas a
orillas del lago Titicaca.
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LA
ESCUELA DE POTOSI
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El
último manierista en Potosí es Nicolás Chávez
de Villafuerte (activo en 1600). Dos pintores españoles pertenecientes
a las nuevas tendencias son sus contemporáneos: Francisco López
de Castro y Francisco de Herrera y Velarde, este último nacido en
Extremadura. Castro está muy ligado a la escuela Sevillana, siendo
evidente en sus obras la influencia de Murillo. Herrera, por el contrario,
es un discípulo de Zurbarán, gusto del claroscuro, de la
luz y de las sombras. La dureza de su estilo nos recuerda al Cavaggio.
Los maestros de esta generación dieron origen a la escuela de Potosí,
muy diferente de las otras escuelas del Virreinato. El Collao y Cuzco tienen
una estética planista y prefieren los personajes idealizados provenientes
del manierismo. En esta época, Charcas y Lima están en decadencia,
por lo que adquieren obras de artistas de Potosí y de Cuzco, respectivamente.
Bajo
la tutela de uno de estos maestros se formó el pintor barroco más
importante del Virreinato, Melchor Pérez de Holguín. Se fue
muy joven a Potosí, y allí aprendió el arte de
la pintura. Nacido alrededor de 1660, firma su primera obra en la Villa
Imperial de Potosí en 1687. Nueve años más tarde,
ya cuenta con un taller propio en esta ciudad. La obra de Holguín
puede ser seguida paso a paso hasta 1732, año en que firma su último
cuadro. Contrajo matrimonio y tuvo descendencia en Potosí y al parecer
jamás dejó esta ciudad. Incluso sus obras que se encuentran
en La Plata (Sucre) fueron firmadas en Potosí. A su muerte, deja
numerosos discípulos e imitadores y un siglo más tarde será
recordado bajo el sobrenombre de "Brocha de oro". Considerando las
obras de Holguín en su conjunto, nos llama la atención su
composición. su tendencia a achatar los personajes y su universo.
Este estilo de achatamiento, a veces llevado al extremo de lo inverosímil,
sobre todo en sus cuadros de gran tamaño, da fuerza y firmeza y
originalidad a su pintura. Sin duda alguna, en ningún otro lugar
del mundo más que en los Andes, región dura, salvaje, ruda,
rodeada de altos nevados, en donde el viento sopla y la vida, casi desconocida,
se oculta en sus formas más elementales, podríamos encontrar
una tal estilización aquí, el hombre se sienta aplastado
por la naturaleza, por su hostilidad y su inmensidad, se siente insignificante
y se refugia en las profundidades de su espíritu, solo frente a
Dios Todopoderoso.
Podemos
distinguir tres etapas en la obra de Holguín la primera se caracteriza
por tonos grises y temas inmutables: asambleas y ascetas. Hacia 1708 su
pincel se ilumina con las grandes composiciones de San Lorenzo. La serie
de la Merced en Sucre, pertenece a este periodo. A partir de 1714,
sus pinturas se hacen más delicadas, sus personajes más achatados.
De esta época datan sus diferentes series de evangelistas, las Santas
Familias rodeadas de paisajes idílicos, obras en las que se observa
la influencia flamenca.
Una
de sus obras más representativas del primer periodo es la del Cristo
alimentando a San Pedro de Alcántara. El personaje de San Juan de
Dios rodeado de flores y de pan, es característico de su estilo
realista. La soltura del pincel y las magnificas expresiones de los personajes
hacen de esta pintura una obra maestra. Entre los evangelistas, se debe
mencionar a San.Juan y, entre las Santas Familias, a la Virgen Lavandera.
El
discípulo más destacado de Holguín es Gaspar
Melchor de Berrío, nacido en 1708 en el pequeño pueblo de
Puno. En sus primeras obras, sigue de cerca a su maestro, pero con el tiempo
crea su propio estilo, ligado a las escuelas de Cuzco y del Lago Titicaca.
Sus cuadros de transición, como ser El Patrocinio de San José
en el convento de Santa Mónica de Potosí, describen dos mundos
diferentes. uno terrestre, en el cual los personajes están estructurados
a la manera de Holguín, el otro celestial, con figuras brillantes
y más convencionales, recordando las escuelas de Cuzco y del Collao.
Berrío
abandona luego el estilo de Holguín para dedicarse a una pintura
convencional, revestida de oro. Es un maestro singular, que trabaja hasta
1761. Sus mejores obras son La Adoración de los Pastores y La Coronación
de la Virgen.
El
indígena Luis Niño es contemporáneo de Berrío.
Estudia y obtiene el título de pintor y escultor en madera, oro
y plata. Dos de sus obras son conocidas, representando ambas a la Virgen
de .Sabaya que reflejan el gusto indígena convencional al que también
se sumó Berrío. La Virgen de la Victoria en Málaga,
permite comprender el estilo de Niño y la nueva estética
de un barroco americanizado. Niño trabajó para el Obispo
de Charcas y para los mitayos de la iglesia de San Lorenzo, indígenas
como el. Los otros discípulos de Holguín son imitadores desprovistos
de genio. Podemos citar a Nicolás Ecoz y a Joaquín Carabal.
Los anónimos que copian a los personajes de Holguín son numerosos.
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LA
ESCUELA DEL COLLAO
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A fines
del siglo XVII desaparecieron los artistas italianos y flamencos que fueron
tan numerosos en el siglo XVI y a principios del XVII los pintores españoles
son dueños y señores del arte hasta 1650, pero después
empiezan a escasear.
Por
el contrario, los artistas indígenas y mestizos son cada vez más
numerosos. Es entonces que la pintura salvo en Potosí en donde Holguín
imprime la marca de un arte diferente - comienza a asumir su propia identidad
y a alejarse de los modelos europeos. Cuzco y el Collao son los centros
de esta nueva tendencia. Las pinturas más apreciadas son aquellas
que carecen de perspectiva, con escenas variadas y anecdóticas y
personajes de be1leza convencional. El oro, utilizado profusamente en los
primeros años, pero luego desaparecido con el manierismo, vuelve
a escena y los cuadros revestidos de él son altamente valorados.
Berrío utiliza el oro en Potosí, Cuzco y el Collao. El gusto
indígena se impone y un gran número de pinturas presentan
estas características.
El
siglo XVIII está marcado por un interés creciente hacia la
historia incaica. Numerosas piezas de teatro recuerdan la fundación
del imperio incaico, la muerte de Atahuallpa, la lucha heroica de Huayna
Kapac, etc. Las obras no están destinadas únicamente a los
conventos y a las iglesias: los arrieros, que en ese entonces hacían
de mercaderes, compraban en ocasiones hasta 200 obras al mes para venderlas
a los indígenas de las tierras altas. La pintura se hace popular
y los centros indígenas del Collao y de Cuzco monopolizan la producción,
especialmente en esta última ciudad, en donde los pintores realizan
un trabajo masivo. El proceso de mestizaje es largo: comienza hacia 1680,
durante el periodo barroco, creando formas diferentes a las que se acostumbra
en Europa, y termina alrededor de 1780, cuando el estilo neoclásico
llega a América. En los pueblos indígenas se sigue pintando
bajo este estilo hasta fines del siglo XIX.
Los
primeros pintores del Collao son Leonardo Flores y el Maestro de Calamarca.
El primero trabaja alrededor de 1684 en los pueblos que se encuentran a
orillas del Lago Titicaca, como Yunguyo, Puerto Acosta e Italaque. Debe
su estilo a los grabados flamencos. Pinta escenas anecdóticas, sus
reyes llevan trajes lujosos y joyas, las vestimentas flotan cual si fueran
nubes. Estas características son exageradas por los pintores del
Collao que suceden a Flores, como su discípulo Juan Ramos. Si bien
ciertas obras de Flores son realmente barrocas. Flores trabajó para
el Obispo de La Paz, Queipo del Llano. Sus cartas al obispo revelan un
personaje seguro de si mismo y muy orgulloso de su trabajo. Esta era en
general la idea que los pintores tenían entonces de si mismos. Muchos
de ellos al firmar sus obras, precisaban donde y cuando habían sido
éstas realizadas, consignando igualmente su condición social.
Después
de Flores, la pintura del Collao se hace grandilocuente y se dirige a las
masas. La Asunción de la Virgen es un tema recurrente y un
carro triunfal es jalado por serpientes y sirenas. Esta última,
símbolo del pecado. es uno de los motivos acostumbrados del arte
barroco, especialmente en arquitectura.
Otro
tema favorito es el de Las Postrimerías. Las más celebres
pinturas sobre este tema se encuentran en la iglesia de Carabuco, firmadas
por Juan López de Los Ríos. Algunas representan al demonio
tentando a mujeres indígenas mientras escuchan un sermón.
En
todas estas obras volvemos a encontrar la influencia flamenca. El infierno,
en particular, nos recuerda al Bosco. La serie más famosa después
de la de Carabuco se encuentra en Caquiaviri, fechada en 1739. En Carabuco
es donde aparecen los primeros ángeles vestidos a la usanza del
siglo XVII. Estos ángeles serán más tarde el tema
favorito de los cultores de las tierras altas. En Bolivia existen varios
series de ángeles, siendo la más famosa la que se encuentra
en la iglesia de Calamarca. Está compuesta de 36 cuadros que podemos
agrupar en tres series: los arcabuceros, los que están vestidos
de Romanos y los serafines, con vestimenta de mujer. Esta iconografía
proviene, por una parte, de Dionisio el Areopagita y por otra, de los tratados
militares del siglo XVII.
La
serie de Calamarca fue encargada en 1680. Los personajes carecen de relieve,
los rostros son infantiles y convencionales, las vestimentas minuciosamente
pintadas. Las otras series de ángeles se encuentran en Peñas
(departamento de La Paz), Yarvicolla (Oruro), en la iglesia de San Martín
(Potosí) y Pomata (Puno). Muy probablemente estas pinturas de ángel
es nacieron en el Collao. Las "Madronas", que son copias de imágenes
populares de la Virgen, se expandieron igualmente en la región y
además se siguen haciendo en la actualidad. Las más antiguas
se remontan a 1680. Como en el caso de los ángeles, este tema se
originó seguramente en el Collao y Cuzco, regiones en las que fue
creado, así como en Potosí, donde Luis Niño y Ecoz
pintaron "Madonas" de este estilo. Encontramos en Cuzco las obras de Chilli
Tupac y de innumerables anónimos con este tema. las "Madonas más
conocidas son las de Cocharcas y Pomata. Esta última proviene de
la misión dominicana del lago Titicaca. Pomata es un pueblo cerca
de Copacabana, en donde las Vírgenes tienen una belleza singular.
Junto con los ángeles, estas obras son testimonio del alto nivel
que podía alcanzar la pintura americana en su interpretación
del barroco. Si las comparamos con las que eran realizadas en la misma
época en España y en el resto de Europa, podemos ver cuan
lejos se llegó: luego de haber importado al siglo XVI las
formas artísticas, los Americanos las adaptaron a su propia sensibilidad
para crear un arte original y diferente.
Si
bien no existe influencia española en el Collao, Zurbarán
está ahí presente, con sus imágenes de santas pintadas
por los pintores locales. Además de los ángeles. existen
numerosas series de santos, Santa Casílda, por ejemplo, cuyas joyas
nos recuerdan a Flores.
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LA
PINTURA POPULAR
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Se
acostumbra pretender que la pintura más antigua es igualmente la
más ingenua o la más primitiva. Este no es el caso en el
Virreinato del Perú, en donde las obras más antiguas son,
por el contrario, las más eruditas y las que más se asemejan
a las europeas. A medida que pasa el tiempo, los americanos asimilan los
estilos importados y crean el suyo propio. Un arte original aparece a fines
del siglo XVII, se populariza y se hace artesanal hacia 1740. Cuando el
estilo neoclásico invade América, el barroco se refugia en
los pueblos indígenas, en donde nace el arte popular. Las obras
que admiramos hay día por su ingenuidad datan del siglo XIX. Santa
Ana o la Peregrina del Museo de La Paz son ejemplos claros de este arte
ingenuo.
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EL
ESTILO NEOCLASICO
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Las
reformas del Rey Carlos III marcan un cambio fundamental en América.
En el campo artístico, se crean Academias que substituyen a las
asociaciones de artesanos. El arte se hace erudito y el barroco es rechazado.
la Iglesia y las autoridades se dedican a eliminarlo, ya que se lo considera
un arte decadente. La Paz, Cuzco y Potosí ya no son los centros
artísticos, y capitales como Lima y Chuquisaca, seguidas por algunas
ciudades de los valles como Cochabamba, encabezan el movimiento neoclásico.
A fines del siglo XVIII, Lima vive un verdadero renacimiento. No podemos
decir lo mismo de Charcas, cuya decadencia en esta época es evidente.
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AUTOR
TERESA
GISBERT
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