|
El
origen de esta considerable producción se remonta a 1545 cuando
el Concilio de Trento hizo de la lucha contra la herejía una exigencia.
Los fieles fueron incentivados a seguir el ejemplo de santos heroicos,
presentados como arquetipos. Estos santos, martirizados por cause de su
fe, se volvieron muy populares a partir de esta época. Además
de los apóstoles, los evangelistas y los mártires de la época
paleocristiana, los fundadores de órdenes monásticas y mendicantes
se hicieron famosos, así como santos contemporáneos como
San Ignacio de Loyola, fundador de la orden Jesuita, San Felipe Neri, fundador
de la orden de los Oratorianos, Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz,
reformador del Monte Carmelo, San Juan, fundador de la orden de los Hermanos
Hospitalarios, San Cayetano, fundador de la orden de los Teatinos, etc.
Los miembros de las órdenes religiosas eran incentivados a seguir
el ejemplo de la vida, los actos y milagros de sus bienaventurados y de
sus santos. Para esto, no existía mejor instrumento de comunicación
que la pintura y el grabado. Estas láminas sobre la vida de los
santos conmovían a las masas: tanto en Europa como en América
existía un elevado porcentaje de analfabetismo. Las penitencias
severas, la renunciación a las tentaciones del mundo y del demonio,
las visiones que tenían los santos de Cristo o de la Virgen, eran
contempladas con devoción y admiración por los fieles que
alentaban su fe con estas imágenes. La forma metódica en
que fue organizada la propagación de la fe católica anunciaba
los métodos audiovisuales de nuestros días. Gran número
de pinturas y miles de grabados fueron difundidos en Europa y en América.
Era
indispensable dirigir adecuadamente una empresa tan considerable: no todos
los artistas estaban lo suficientemente familiarizados con la hagiografía
cristiana como para traducir en su arte escenas de la vida de Cristo, de
la Virgen o de los santos. Obras antiguas, como la Leyenda Aurea (1266)
de Jacobo de Vorágine o Las Florecillas de San Francisco, estaban
prohibidas, habiéndose escrito otras nuevas como el Flos Santorum
( 1599), del padre Rivadeneira, además de numerosas biografías
de santos antiguos o modernos. Todas estas obras requerían de exegetas
que explicaran a los artistas los diferentes pasajes de los textos y las
circunstancias de espacio y de tiempo, para que pudieran hacer creíbles
las escenas que interpretaban. Se creó una verdadera escuela de
hagiógrafos dirigida por los "Bolandistas", que redactaron el Acta
Santorum, una suma de investigaciones destinadas a esclarecer las leyendas
de los santos que se habían desarrollado desde los inicios del cristianismo.
Se redoblaron esfuerzos para emprender investigaciones arqueológicas
en los lugares santos y determinar la ubicación y las épocas
del Viejo Testamento. Lo vemos en la obra de los Jesuitas Prado y Villalpando,
In Ezechielem Explanationes et Aparatus Orbis Hierosolimitani (1596
- 1605), un trabajo de eruditos analizando el Templo de Jerusalém.
El jesuita Jerónimo Nadal realizó otra obra importante ,
destinada a dar a los cristianos una visión clara y concisa
de la vida de Cristo y sus enseñanzas.
Este
libro intitulado "Evangelicae Hiatoriae Imagenes" fue
redactado en Roma e impreso en Amberes por Plantin en 1596.
La mayor parte de las 253 láminas que lo componen fueron
fueron realizadas por los hermanos Antonio, Jerónimo y Juan
Wierix, quienes requirieron de varios años para concluir el
trabajo. Igualmente participaron otros maestros como Adrián
y Juan Collaert y Carol de Mallery. Los dibujos son obra de los italianos
Fiammeri y Passeri y del flamenco Martín de Vos.
Un
gran número de artistas participaron en los trabajos
de imprenta de Amberes, especialmente a partir del último
tercio del siglo XVI. Mencionaremos únicamente a los
artistas europeos cuyas composiciones fueron posteriormente interpretadas
por los artistas andinos que podemos reagrupar en tres generaciones
. La primera en la segunda mitad del siglo XVI, habían
recurrido a temas manieristas o inspirados por el Concilio de Trento.
La generación siguiente fue de Rubens , durante el segundo tercio
del siglo XVII. La última a fin de siglo XVII, solo tuvo una
ligera influencia en América.
Antonio
Jerónimo y Juan Wierix (activos entre 1552 y 1615), anteriormente
mencionados, pertenecen a la generación primera. A ellos se
debe El lugar místico, del que se encuentra algunas
versiones en el convento de Santa Catalina del Cuzco y en el
convento de Santa Teresa de Cochabamba.
Cornelio
y Felipe Galle son autores de la serie San Juan Bautista
copiado por el pintor indígena Diego Quispe Tito de Cuzco
en 1663, conservada en la iglesia San Sebastián de esta
ciudad. Los indígenas que trabajaban con Quispe Tito y su
entorno utilizaban a menudo las obras de Wierix. Este grupo
además bastante apegado a las composiciones flamencas
de fines del siglo XVI y el mismo Quispe Tito utilizó grabados de
Bol para el Zodiaco que pintó en la catedral. Hans Bol (1534 – 1593),
nacido en Manilas e instalado en Amberes, fue admitido en 1574 en
el gremio de los pintores.
Hendrick
Goltzius (1526 -1583), nacido en Venlo, trabajo en Amberes y creó
su imprenta de Brujas. Es autor de una Piedad que sirvió de modelo
a Quispe Tito para su pintura de la capilla de San Lázaro
en Cuzco. A el le debemos un grabado sobre la vanidad, basado
en una composición del Ticiano que muestra un ‘putto’ inclinado
sobre un cráneo y haciendo burbujas de jabón, simbolizando
el carácter efímero de la vida y lo ineluctable de
la muerte, reforzado por la inscripción ‘Quis
evadet’ pues nadie puede escapar de ella. La lámina
fue copiada sin la inscripción por un pintor anónimo
de Potosí y se encuentra actualmente en el museo de
la moneda de esta ciudad. Aegidius Sadeler (1570 -1692), nacido en Amberes
, es autor de varias composiciones notables , como el martirio
de San Sebastián , que igualmente sirvieron a Quispe Tito
y a su escuela . la obra de su hermano Rafael Sadeler fue aún
más utilizada. Este último grabó varias
composiciones de Martín Vos , como la visión de la Cruz (1614)
copiada por Quispe Tito de Cuzco por Gregorio Gamarra
(que trabajó también en Cuzco y en Potosí entre 1600
y 1630) y por Montúfar, activo en Quito y en Chuquisaca . Otro miembro
de la familia Justo Sadaler es autor de un San Jerónimo
que fue copiado por Marc Ribera. Un artista contemporáneo. Jan Sedeler,
grabó una Epifanía según un dibujo de Martín
de Vos, composición retomada por varios pintores americanos,
entre los que figura Gregorio Gamarra.
El
estilo manierista de Hans Vredeman de Vries, teórico de la arquitectura
(Amberes, 1527-1604) y autor de la obra Escenas de arquitectura y perspectivas
de engaño inspiró al indígena Diego Cuasi Guamán
en sus pinturas de las iglesias de Chincheros y de Urcos, cerca de Cuzco.
Hoogstraten
imprimió las batallas de Alejandro Farnesio, encontrándose
algunas pinturas realizadas en base a estos grabados en el Museo de Potosí.
Crispianus Van Der Passe grabó obras de pintores manieristas del
siglo XVI, como ser La parábola del pobre Lázaro y
el rico Epúlon copiada en La Paz hacia 1680 por el pintor criollo
Leonardo Flores. La importancia del influjo flamenco en la pintura
quítense se distingue especialmente en la serie de San Agustín,
pintada por Miguel de Santiago en 1636. Esta serie fue copiada de grabados
realizados por Bolsuert, un contemporáneo de Rubens, y tiene una
calidad excepcional. El pintor cuzqueño Basílio Pacheco habría
recurrido a las mismas láminas para el Convento de los Agustinos
en Lima, aunque modificando el plano posterior y remplazando vistas de
Flandes por paisajes urbanos. como la catedral y la plaza central de Cuzco.
Una
querella que estalló en Cuzco en 1683 entre los miembros del gremio
de pintores provocó una cisión entre españoles e indígenas
y llevó a estos últimos a abandonarla y a iniciar un trabajo
independiente. La obligación de pasar un examen para probar sus
conocimientos sobre el desnudo, sobre principios de arquitectura y reglas
de perspectiva, fue abandonada. En esta época apareció un
estilo de pintura popular ligado a Europa y a sus modas, buceando la inspiración
en modelos arcaicos. El uso del oro y las referencias a las tradiciones
medieval e hispánica reaparecieron, las reglas de perspectiva cayeron
en desuso, los personajes perdieron su naturalidad, se crearon estereotipos
que correspondían al gusto indígena, con una tendencia a
la estilización sistemática.
Los
grabados utilizados como modelos fueron entonces objeto de transformaciones.
A partir de Quispe Tito, se encuentran cambios significativos: al realizar,
este pintor, los signos del Zodíaco de la catedral, si bien fue
fiel a los grabados de Bol, modificó varias escenas de la vida de
San Juan Bautista, añadiendo ángeles y numerosas aves - totalmente
ausentes de las estampas. La introducción de aves en la representación
de santos imita el arte cuzqueño. Un maestro anónimo de principios
del siglo XVIII copió una obra de Rubens impresa por Galle, en una
pintura conservada en el Museo Nacional de La Paz. Representa la visita
de María a su prima Isabel: las mujeres están acompañadas
de sus esposos. El grabado muestra a una mujer llevando una cesta en la
cabeza y un paisaje en el plano posterior. El pintor cuzqueño remplazó
este paisaje por un jardín florido y aves, que no se encuentran
en el modelo. Añadió igualmente un perico y remplazó
al perro travieso por un cordero. El pintor adaptó incontestablemente
esta escena al medio ambiente que conocía.
Al
regresar a los antiguos temas, se buscaba la inspiración de artistas
como Brueghel y el Bosco o de uno de sus lejanos discípulos, el
francés Callot. La tentación de .San Antonio, obra de este
último al estilo del Bosco, fue reproducida en una pintura
de la iglesia de San Antonio Abad de Cuzco. El pintor, impregnado del mundo
religioso y mágico de la historia de San Antonio, describe los horrores
del pecado y sus consecuencias, tal y como se los podía leer en
los escritos teológicos y como se los escuchaba en los sermones
predicados a lo largo del Virreinato. La historia de Potosí escrita
en 1736 por Bartolomé Arzans y Vela es fiel testimonio de esta forma
de pensamiento en los españoles, los criollos y los mestizos. Los
indígenas también estaban familiarizados con los tormentos
del infierno. El Concilio de 1583 reunido en Lima, recomendó describir
al pueblo, con el objeto de convertirlo, Las penas del infierno. El cronista
indígena Guamán Poma de Ayala sugirió pintar escenas
infernales en iglesias indígenas de Curahuara de Carangas, Carabuco
y Caquiaviri en Bolivia, de Huaro y la Compañía de Jesús
en Cuzco y en muchos otros lugares.
El
tema de San Antonio Abad (San Antonio de Tebas) pintado en Cuzco, que representa
no solo las tentaciones sino también toda la vida del santo, ilustra
la reaparición de un motivo medieval. que aún no había
reaparecido en Europa. En la misma serie, otra pintura significativa representa
el encuentro de dos ermitaños, San Pablo y San Antonio. El demonio
aparece aquí como centauro, de acuerdo con la mentalidad manierista.
La iglesia de Caquiaviri, en Bolivia, está dedicada al mismo santo,
con una serie idéntica. Esta representación de las tentaciones,
sin duda alguna adquirida en Cuzco y producida en el mismo taller, es muy
interesante.
Hacia
mediados del siglo XVII, la influencia europea en el arte indígena
era apenas perceptible. Las Iglesias estaban decoradas con series de pinturas
que remplazaban a las murales. Estas últimas estaban de moda en
el siglo XVI, cuando la influencia manierista era sumamente fuerte en los
Andes. Este fenómeno se debía en gran parte a la presencia
de tres pintores italianos: el jesuita Bernardo Bitti, llegado en 1575
y activo en Perú y Bolivia Angelino Medoro, cuyas obras llegaron
a Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, y Mateo Pérez
de Alosio, que debía su fama al hecho de haber trabajado en la Capilla
Sixtina, particularmente en un mural que se encontraba frente al juicio
Final de Miguel Angel. Estos tres artistas trabajaron en Lima y en muchas
otras ciudades. En 1630, Bitti y Alosio fallecieron y Medoro regresó
a Europa. Los jesuitas decidieron remplazar a Bitti e hicieron venir a
Diego de la Puente (nombre hispanizado de este maestro).
La
Puentc nació en Malhlas en 1586 y, se cree que, siendo aún
muy joven, ingresó a un taller de esta ciudad, cuya tradición
pictórica se enorgullecía con maestros como Jos van Eleve,
van Orley, Gossaert, etc. Es igualmente posible que se haya formado en
Amberes. Luego de concluir su aprendizaje, ingresó a la Compañía
de Jesús. Ya en 1620 se encontraba en Perú. en donde firmó
su primera obra conocida. Desde esta fecha hasta su muerte, en 1663, Diego
de la Puente trabajó para Iglesias de su orden en Las ciudades peruanas
de Trujillo, Lima, Cuzco y Juli. Encontramos sus obras igualmente en La
Paz y Santiago de Chile. En Lima firmó El Martirio de San Ignacio
de Antioquía en 1620 y pintó una Cena en 1656 para la Iglesia
de los jesuitas, tema que pintó nuevamente en Santiago. La capilla
de la Tercera Orden de La Paz alberga varios pinturas que pertenecían
a la Compañía de Jesús, entre las cuales están,
San Miguel Arcángel, Cristo en la columna y el taller de Nazareth
del jesuita de La Puente. El San Feliciano del Museo Nacional de Arte es
del mismo origen, como lo certifican las letras IHS en el pecho, la firma
y la fecha: P./1.5.3.4. Al reverso se encuentra la anotación de
un jesuita. El San Miguel que se encuentra en el mismo museo, puede ser
atribuido al mismo pintor.
Al
igual que Bitti, Diego de la Puente trabajó en el pueblo misionario
de Juli, que sigue guardando varios de sus obras, entre las cuales
figura una María Magdalena. Tanto en esta obra, como en el San Feliciano
y en otras, de La Puente revela un notable dominio en el manejo de los
paños y las sedas, una pericia que muestra que conocía las
obras de Rubens.
La
Adoración de los Magos, que representa a Baltazar como soberano
inca y que describe a las tres razas iguales ante Dios y aceptadas como
tales por El, es igualmente de gran importancia. Simboliza la sociedad
americana cristianizada.
AUTOR
JOSÉ
DE MESA
|